El mero hecho de persistir es un éxito en sí mismo. No sucumbir ante la tentación de abandonar una empresa debe ser reconocido como un logro.
Todo proyecto, sobre todo si es en solitario, es una montaña rusa emocional llena de subidas y bajadas. Ignorar las voces –internas o externas- que nos invitan a bajarnos del vagón es toda una proeza, es la llave que nos permitirá abrir la puerta hacia la culminación del mismo.
Ya se verá después si el éxito corona el trabajo, pero si no lo concluyes te quedarás toda la vida pensando en lo que hubiera podido ser y no fue, como el enamorado que se conformó con ver de lejos a aquella persona que desataba un enjambre de mariposas en su interior, pero que nunca se atrevió a acercarse a decírselo y muchos años después, aún suspira al verla pasar. Sacar ese sueño de la maleta de vivencias es un gran alivio, y aligerar la almohada dará cabida a nuevos anhelos.
Por otra parte, si pones el corazón en él, y además cuentas “con una pequeña ayuda de mis amigos” -como decían los cuatro de Liverpool- ¿qué puede salir mal?
Ser es sólo el principio de todo.
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Más que el principio, el comienzo. Gracias por pasar, Joiel.
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