El mío es, sin duda, el mejor oficio del mundo. A pesar de las dificultades que puedan surgir durante el proceso de escritura, como la búsqueda de la voz y el narrador adecuados, la vorágine correctora, los intentos infructuosos por recuperar esa palabra que se nos acaba de escapar y que nunca lograremos recuperar, dejándonos un sabor amargo aun después de haber encontrado un sinónimo adecuado y a pesar de la lucha continua con el enemigo que vive oculto del otro lado del espejo, al final de la jornada el fiel de la balanza siempre se inclinará hacia la parte positiva de la experiencia creativa.
Una de las fases más importantes de la escritura de una novela es la documentación, ese proceso previo a la redacción, a veces tedioso, otras muy interesante, que nos permite dotar a esa historia que se ha tejido en nuestra mente de un marco adecuado y, sobre todo, verosímil, y no me refiero solo al contexto, la época o la ubicación geográfica, el trabajo de investigación también permite crear personajes sólidos que podrán recitar sus parlamentos desde la experiencia que les hayamos insuflado. Si bien es cierto que el diseño de la estructura, las escenas y quienes participarán en ellas son elementos fundamentales, la documentación barnizará de credibilidad las historias con las que pretendemos atraer y conservar la atención del lector.
Por otra parte, una investigación rigurosa nos permite evitar incongruencias históricas y geográficas como en las que incurrió el equipo de Steven Spielberg en la cuarta entrega de la saga de Indiana Jones, donde afirmaron que el doctor Henry Jones aprendió quechua -una de las lenguas oficiales de Perú- durante la revolución mexicana, cuando conoció a Pancho Villa, o algo todavía más sorprendente: el hallazgo de una ciudad maya en medio de la Amazonía, cuando esta cultura floreció en México y Guatemala, a más de 2.000 kilómetros de distancia.
Lamentablemente ese no es el único error documental en el ámbito cinematográfico, aunque sí tuvo bastante resonancia, porque estuvo a punto de convertirse en un incidente internacional por la molestia del embajador de Perú, quien hizo un llamado a boicotear el film. Existen muchos más dignos de mención, como el que apareció en la película Cleopatra, donde Liz Taylor cruzó un arco que no fue construido sino 300 años después de la muerte de la reina o el terrible Iván quien, pese a lo afirmado en la película “Elizabeth, la edad de oro” no pudo cortejar a la reina Elizabeth en 1585, puesto que había fallecido un año antes, en 1584. Una investigación rigurosa hubiera evitado estos errores que restaron calidad a las películas mencionadas.
Sin embargo, ¿qué podemos hacer si un dato relevante se nos escapa, si no es cotejable por internet o en la biblioteca local? En ocasiones la información que se maneja y se transmite oralmente es fundamental para el relato que intentamos reconstruir, pero corresponde a períodos que son parte de la historia reciente o, simplemente, han sido relegados a las colecciones locales de las bibliotecas de provincia donde ocurrieron estos hechos, dado que no revisten un interés general. También es posible que estos datos hayan sido vaciados en estudios estadísticos a fin de llevar registros a nivel nacional o internacional, por lo que esos preciosos detalles que buscamos se hayan diluido en un mar de números, fechas y cantidades que certifican que los eventos ocurrieron, pero nada más, despojándolos en el proceso de las crónicas de vida que los acompañaron, de los motivos que los originaron; los revisten de rigor científico, pero los despojan de humanidad.
El problema puede complicarse aún más si conocemos a testigos presenciales que poseen diferentes piezas del rompecabezas y saben de la existencia de otras, pero solo por referencias de parientes lejanos, amigos o conocidos y justamente ignoran el detalle preciso que se necesita para completar la narración. En ese caso, y en aras del oficio, no nos quedará más remedio que acudir al lugar de los acontecimientos o, mejor aún, “al lugar donde todo comenzó”, frase acuñada durante mi viaje reciente para averiguar los detalles que cimentarán el relato del proyecto en el que estoy trabajando.
“El juguete perdido”, mi próxima novela, se inicia en las remotas costas de Madeira, un pequeño paraíso en el Atlántico, una isla preciosa desde la que partieron muchísimos de sus habitantes a buscar fortuna en el nuevo mundo, a destinos tan dispares, diversos y lejanos que fueron una sorpresa para mí, y no me refiero a la ruta colonial de India y África, sino a, por ejemplo, las costas del Atlántico y el Pacífico de Estados Unidos y sus territorios insulares, donde dejaron trazas de su cultura en las malasadas y el ukelele hawaianos.
Gracias a la amabilidad del personal que trabaja en la Biblioteca de Cámara de Lobos, donde fui atendida por profesionales muy amables, principalmente al señor Dionisio Santos, hallé el material bibliográfico necesario para concluir mi investigación.
En Madeira conocí personas encantadoras, visité el muelle desde donde zarpó uno de mis protagonistas, me empapé de su cultura, olí su mar, su brisa fresca me despeinó y fui cautivada por la musicalidad de la lengua de Camoes. Es un pedacito de cielo, como suelen decir ellos, y no se equivocan. Si pueden, regálense una escapada a Madeira, un pedaçinho do céu.
Por eso reafirmo mi afirmación inicial: el mío es el mejor oficio del mundo.













Totalmente de acuerdo contigo. Y hoy en día con la cantidad de opciones que hay para tener confirmados muchos hechos, es lamentable cuando se pillan esos gazapos. Gracias por tan buena entrada.
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Enhorabuena porque yo sería incapaz de escribir una novela. Y efectivamente me parece un ofcio maravilloso y envidible. Yo sería incapaz de escribir una novela. Escribo por puro entretenimento y como una consecuencia de mi gran aficción a la lectura. Me gusta escribir y disfruto mucho, ahora bien, no me considero escritora. ni poeta aunque tenga la osadía de escribir y hacer «poesía». Me divierte, me estimula y es como un refugio importante para mí. No pido más.
Éxito con tu próxima novela.
Un abrazo.
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Azurea, comparto todas tus palabras y hago parte también de los que escriben únicamente por placer. Un abrazo.
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Primero que nada, te mando un abrazo y mi agradecimiento por pasar por esta mi casa virtual y comentar. Por otra parte, según pude entender, escribes por puro entretenimiento, te gusta escribir y lo disfrutas mucho y eres lo suficientemente osada para hacer poesía. La escritura te divierte, te estimula y es un efugio importante para ti. Creo que no me dejé nada por fuera. Te tengo una noticia: eres escritora, no serás novelista, ese no es tu género, pero eres escritora.
Gracias por tus bellos deseos y feliz día. Espero seguir leyéndote.
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Muchas gracias, amiga y tambien éxito para ti.
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¡Muchas felicidades Irene! 👌🏻❤ Tu oficio es el mejor del mundo, pero son pocos lo que pueden hacerlo. Yo soy como Azurea. Escribo por placer y muy sencillamente. Te deseo mucho éxito y es un placer estar aqui y acompañar tu trayectoria. Un fuerte abrazo. 🌻☀️
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Hola, Filipa, gracias por pasar, siempre es un placer leerte. Para mí la definición de escritor es: gente que escribe porque le gusta hacerlo, independientemente de que viva de su escritura o no. Todos los que pasamos por aquí somos escritores, si no fuera así, estaríamos en el cine, escuchando música o mirando el techo, pero no tendríamos un blog donde publicar nuestros escritos. Un abrazo.
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Es un placer tus maravillosas palabras. Estoy de acuerdo contigo Irene. Un fuerte abrazo. ⚘
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Soy un desastre «La afición de mi ordenador es la rebeldía». Eso afición.
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Abordas todo el proceso, a continuación lo expones en toda su grandeza, con las pinceladas necesarias de pasión y justo cuando bajas telón y parece que el espectáculo ha finalizado, un puñado de buenas imágenes.
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Muchas gracias, querido Señor del Mundo Tenebroso, celebro que hayas disfrutado la entrada, te invito a leerla cuando la termine. Los mantendré informados por aquí. Un abrazo.
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Muchas gracias por inspirar a los que recién estamos intentado
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Emily, muchas gracias a ti por pasar, leer y comentar y mis más sinceras disculpas por no haberte respondido antes, no había pasado por aquí -imperdonable- y no había leído tu comentario.
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