No pude ver si lloraste, me fue imposible distinguir tus ojos con suficiente nitidez; las lágrimas enredadas en mis pestañas nublaron mi visión.
Pero de lo que sí estoy segura es de que tu corazón se rompió en pedazos, lo supe cuando escuché los trozos que cayeron al suelo dejando atrás el sonido de cristales rotos. Pausaste la marcha, supongo que te detuviste a recogerlos. Luego retomaste el paso.
Nos damos la espalda. Como dos personas en un duelo echamos a andar en sentidos opuestos, cada uno con su arma cargada de razones, pero nunca giramos para esgrimirlas o, quizás, lo hicimos muchas veces en el pasado, tantas que ya no tiene sentido repetir el encuentro.
Yo busco el verde, la amplitud, espacios cargados de cosas por descubrir y vivencias que relatar cuando la hora del crepúsculo alcance nuestras vidas.
Tu anhelas la aridez, la carencia de obstáculos que impidan tu visión, que oculten el horizonte; te genera paz a mí me escuece la piel.
Amas el calor, yo estoy dispuesta a enfrentar al frío si ese es el precio a pagar para tener una primavera.
¿Habrá un punto intermedio dónde podamos encontrarnos? No lo creo, no esta vez. Perdí toda esperanza de que quisieras seguirme, entonces lo haré yo, escucharé mi corazón. Será duro, dejará cicatrices, pero más adelante, cuando las acaricie recordaré que soy la única responsable de mi felicidad y, entonces, recobraré la sonrisa.
Bonito relato. Efectivamente cada uno somos responsables de nuestra propia feicidad. Un saludo y Feliz Año. Si me repito es igual.
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Triste, pero tan bonito! ❤
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Gracias por comentar, Filipa, te extrañaba por aquí. Un abrazo.
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No sé porqué no me llegaban tus artículos. Es una alegría pasar por aquí. 💖 Un abrazo Irene.
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Qué transparencia en el difícil lance de describir una despedida. Mis respetos.
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Mi agradecimiento por tus palabras amables, por tu acompañamiento. Un abrazo.
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