La felicidad

La felicidad no se debe postergar, está esperándonos a la vuelta de la esquina.

¿Por qué ver la felicidad como algo que ocurrirá en un futuro lejano, cuando está al alcance de nosotros cada día? La felicidad no es un sueño, es una realidad.

Se esconde en una palabra amable, en la satisfacción que sentimos al lograr la armonía en un arreglo floral, aunque pongamos flores silvestres cortadas a la vera de un camino polvoriento en un vaso astillado.

Vive en un beso, en una caricia, en un abrazo, en una sonrisa, en el éxito que nos reafirma en nuestros propósitos o en la enseñanza que logramos ver tiempo después de un fracaso.

La felicidad viaja en el silencio, como la sal en el agua de mar, habita en las almohadas que mecen nuestros sueños, nos mira desde el otro lado del espejo, nos acaricia en las gotas de lluvia, nos abraza en la mirada de un niño, nos embarga con los lametazos de nuestras mascotas cuando regresamos a su encuentro, nos fulmina con los colores del arcoíris, nos inunda al hacerse música, nos conmueve al leer o, mejor aún, al atrapar una idea o un pensamiento y confinarlo al papel haciéndolo inmortal, nos sobrecoge al contemplar una obra de arte que nos remueve algo por dentro.

La felicidad es efímera, sí, si durara demasiado nos embriagaría. Es una concatenación de pequeñeces, de insignificancias que nutren el alma. Cuando las ha probado se hace adicta a ellas y entonces las busca con ansias, como las abejas a la miel; la necesitamos tanto o más que el alimento.

Solo hay que desaprender lo aprendido y ver lo que nos rodea de forma diferente, esforzarnos en encontrar la belleza y la bondad –su hermana gemela- que palpita a nuestro alrededor, saborear la vida y percibirla en todo su esplendor.

La felicidad vive dentro de nosotros.

Feliz lunes, feliz inicio de semana. Esta es la única manera que encontré de desearles que sean felices. sé que todos lo son, pero quizás alguien que ande despistado por allí aún no se ha dado cuenta.