Con el peso del mundo a cuestas

La creencia de que somos los únicos responsables de nuestro éxito y que si no lo logramos es porque no nos esforzamos lo suficiente no solo ha llegado para quedarse, sino que, además, cada día está más difundida y arraigada en las mentes y los corazones del atribulado ser humano del siglo XXI, debido a que rebota una y otra vez como un eco en los muros virtuales de las redes sociales, replicada por una sociedad ávida de la fórmula mágica que la conduzca al éxito.

Quizás sea porque vivimos en el mundo de la inmediatez, las novedades tecnológicas y las aplicaciones revolucionarias que nos resuelven problemas que aún no sabemos que tenemos o podríamos tener, pero lo cierto del caso es que en verdad hemos llegado a creer que ese es el orden natural de las cosas. Cada vez nos parecemos más a ciertos personajes de película, quienes, después de plantearse un objetivo, salen a entrenar, llevan a cabo algún tipo de investigación, se visten para la ocasión y convierten sus sueños en realidad. Entonces, si ellos pueden, ¿por qué yo no?

Hemos interiorizado que lo único que se interpone entre nosotros y el logro de nuestros propósitos es la voluntad o, dicho de otro modo, la falta de esta, axioma que se ha enquistado en nuestras vidas de la mano del verbo de moda: procrastinar.

Para reafirmar esta tendencia, y gracias a la inmensa capacidad de difusión del ciber espacio, cada día se despliegan ante nosotros campañas basadas en los escasísimos casos puntuales de éxito a escala planetaria, invitándonos a replicar en ellos nuestras expectativas vitales, mediante la repetición de mantras tales como “sí me esfuerzo lo suficiente puedo lograrlo”, “el éxito está al alcance de mi mano”, las cuales podrían considerarse campañas de motivación a través del acompañamiento, pero que incluyen como frase de cierre que si no logramos el éxito es porque no nos hemos esforzado lo suficiente, por lo tanto, seremos los únicos culpables de nuestro fracaso. Avanzamos por la vida llevando sobre los hombros el peso del mundo entero, que es el peso de nuestros sueños, nuestras ganas y nuestra responsabilidad en el éxito o el fracaso, pero dejamos de lado el de nuestras capacidades reales; ahora todo es posible, claro, si te esfuerzas lo suficiente y si fallas es porque no lo hiciste, porque debiste haber llegado un poco más lejos.

Hay una gran diferencia entre motivar a alguien a través del acompañamiento y el apoyo, tarea muy positiva, y hacerle creer a una persona que si no alcanza sus metas es porque no lo ha intentado con suficiente ahínco y si falla será únicamente por esa razón, cuando cualquier imponderable puede truncar proyectos en los que se han invertido tiempo y esfuerzo considerables. Reducir la vida y sus circunstancias a tal nivel de simpleza es, cuando menos, cruel e irresponsable, y empuja a quienes creen estos postulados a flagelarse hasta la extenuación porque no pueden permitirse fracasar, ya que si lo hacen será su responsabilidad única, total y personal. Estas teorías del éxito dejan tras de sí estelas de seres frustrados, derrotados por sus propios sueños que, lejos de darle significado a su existencia, terminan transformándola en una verdadera pesadilla.

Imploro al cielo la llegada de un cambio en los lineamientos de esta filosofía de vida y que los dioses muestren un poco más de piedad con nosotros de la que tuvo Zeus con Sísifo y nos despojen del peso de la piedra y de la repetición de procesos que, al no acercarnos a la consecución de nuestras metas, conviertan nuestra existencia en un sinsentido. Espero que esta locura de seguir intentando una y otra vez alcanzar un objetivo con más y más ganas hasta desfallecer se sustituya por el análisis de los proyectos de vida y, por qué no, por un cambio de estos.

Después de todo, rectificar es de sabios y es preferible detenerse a reflexionar, tanto sobre las expectativas como sobre los logros, y, de ser necesario, tomar otro camino por el que sí alcancemos el éxito, uno distinto, en otro ámbito, quizás, pero uno posible y que nos satisfaga. Siempre será mejor que seguir empujando la misma roca ladera arriba una y otra y otra vez.

Sísifo en el siglo XXI

9 Comments

  1. Coincido completamente contigo, Irene. A menudo la realidad se termina imponiendo y eso no tiene por qué significar necesariamente un fracaso, sino todo lo contrario, es un nuevo inicio. Me ha gustado mucho la poética final que adquiere el texto al relacionarlo con la mitología griega y ese castigo abrumador del que ya hablaba Camus. ¡Simplemente fantástico!

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    1. ¿Por qué no puedo visitar tu cuenta? Intento pasar por allá y me aparece una carita triste que me pide disculpas por no poder acceder a tu sitio web y me anima a revisar si está bien escrito ¿?. Si tienes Instagram déjamelo por aquí para seguirte.

      Me gusta

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