Detalles

El trabajo del escritor es solitario, qué duda cabe, tanto por imposiciones del oficio, como por la dinámica social que nos rodea. En ocasiones sentimos que aramos en el mar, se nos hace cuesta arriba, sobre todo porque nuestro feedback no es inmediato, para nada.

Desde que logramos atrapar esa idea que nos acecha, transcribirla en palabras y corregirla tropecientas veces, hasta que el producto final llega al lector -si es que llega, porque muchas de nuestras maravillosas ideas se quedan en algún archivo por toda la eternidad- pasa mucho tiempo, y si se trata de una novela esa retroalimentación se posterga aún más.

Quienes habitamos la aldea de las palabras hacemos de la soledad nuestra compañera de viaje y en ocasiones nos preguntamos si hacemos lo correcto, si vale la pena tanto esfuerzo, tantas horas de trabajo que en el mejor de los casos recibirá una mirada fugaz del lector, esa persona que puede encumbrarnos a las alturas o hacernos descender al averno con un comentario.

Entonces ocurren cosas que nos devuelven la fe, detalles que nos dicen que estamos haciendo lo correcto y gracias a ellos sabemos que estamos haciendo las cosas bien. Permítanme contarles una anécdota muy especial: hace unos días recibí una sorpresa lindísima del otro lado del mundo. FER, @31Pher, de Ecuador, me envió por DM un regalo ¿Recuerdan la publicación «Curiosidad», que subí días atrás?, pues FER hizo una lectura preciosa del texto y la acompañó con el video que sale en la imagen que encabeza este artículo: un niño sentado ante lo que parece un tipi, con un libro en el regazo.

Mis limitadísimas habilidades digitales me impiden compartir el video como me llegó, he intentado transmitirles el detallazo de la mejor manera posible, aunque, debo confesar que me ha resultado extremadamente difícil redactar un párrafo que se aproxime a lo que sentí con este bello gesto.

Gracias, FER, gracias a todos por seguirme y compartir sus creaciones, hacen que el mundo sea un mejor lugar donde vivir, le imprimen humanidad.