Este cuento es extraordinario. Me recordó la fábula del alacrán. Nos habla de la naturaleza del ser humano. Espero que lo disfruten tanto como lo hice yo, aunque tengo una confesión que hacerles: ya lo conocía. Fue Silvia C. Navarro, del blog Vomité un conejito quien lo trajo de nuevo a mí.

Desde la tarde que me suspendieron la incomunicación y salí del calabozo para recibir en el patio un poco de sol y de brisa salobre, la valla adquirió su dimensión de reto. Cuando regresé al calabozo ya me había penetrado la obsesión de la fuga. Mi corazón no estaba resignado a soportar la servidumbre del tiempo detenido. Por eso, el reto de la vida tenía la forma de esa cerca metálica, de no más de cinco metros de altura, enclavada en el patio de la prisión. Del otro lado se encontraba la continuidad del tiempo y la promesa de una libertad azarosa y mezquina. Era mi deber intentarlo. Cada vez que salía al patio durante esa hora vespertina, mi intención se fijaba en tratar de precisar cuál podía ser el punto más vulnerable de la valla, según la colocación del guardia (el puma) y el momento más propicio para saltarla…
Ver la entrada original 924 palabras más