El arte

El ser humano se ha servido desde siempre de múltiples formas para expresar su sentir. Más allá del arte de narrar, expuesto a través de la Literatura universal de ayer, hoy, mañana y siempre -mi oficio personal-, la necesidad de liberar sus emociones le ha llevado a desarrollar diferentes medios de expresión artística.

Gracias a esta inagotable necesidad de transmitir y conmover, de prendar en el alma de otros lo que al artista le quema por dentro, disfrutamos de la pintura, la escultura y, cómo no, de la música, esa extraordinaria capacidad de estrujarnos el alma mediante la combinación de notas musicales a las que se imprime un ritmo o tempo, determinados por el compositor en función de su creación.

¿Qué expresan los artistas? Picasso necesitaba conseguir la perspectiva perfecta para luego hacerla estallar por los aires mediante la presentación simultánea de diferentes ángulos de un objeto sobre un mismo plano. Decía el pintor que esa era la verdad de la vida, no una representación plana, dado que la vida no lo es; observamos y apreciamos distintos ángulos del entorno al mismo tiempo. El buscaba la verdad.

Leonardo necesitaba conocer a la persona que retrataba para lograr la expresión de su rostro, y vaya si lo logró. Su enigmática sonrisa de la Mona Lisa suscita en el observador, no solo la sensación de que la dama lo persigue con la mirada, sino que además despierta en cada persona sentimientos diferentes. A mí me transmite una paz inmensa. El maestro necesitaba representar la verdad.

Un par de acordes aquí y allá logran que las lágrimas nos desborden antes de que nos demos cuenta de la dimensión de su abrazo o nos hacen sentir una alegría instantánea, una felicidad inexplicable. La música nos eleva y nos hunde con un golpe de batuta.

Podemos entonces afirmar que el arte es creado por el hombre para el hombre y que lo que une al emisor y al receptor es el deseo de plasmar y compartir la verdad y la belleza que nos rodean, de conmovernos ante su representación. Entonces, ¿cómo pueden aislarse los artistas de la realidad circundante, de los acontecimientos cotidianos, esos que se manifestarán con su propia contundencia y en algún momento se abrirán paso hacia los libros de historia, hacia las hemerotecas, hacia las conciencias?

No puede el artista tomar su arte y encapsularse con él tras muros que lo separen de sus semejantes y simular que vive en un mundo perfecto, y mucho menos aún intentar desligarlo de la vida misma. Las injusticias, las experiencias dolorosas, individuales o colectivas, tarde o temprano penetrarán su alma y, de no ser así, dejará este de ser un artista, quedando relegado a desempeñar el papel de un simple ejecutor, más o menos bueno, pero el arte en sus manos perderá su esencia y se verá relegado a la triste circunstancia de convertirse en un artículo decorativo o material publicitario, según de qué disciplina se trate. Perderá su capacidad de recoger, representar y transmitir esa verdad vital que es la que nos conmueve.

¿Cómo se puede permanecer indiferente ante el dolor ajeno y las injusticias cometidas contra una población inerme con la excusa de que no se debe involucrar el arte en esos debates?, ¿acaso no es precisamente de esa población de seres humanos de donde proviene, de donde se nutre? ¿no canaliza y expresa el arte el sentir de la humanidad?

¿Y quién le dijo al artista que cuenta con la capacidad de preservar el arte?, ¿quién le encomendó tal misión? ¡Oh, Dios, cuánta soberbia! ¿Quién puede encerrar el viento? El arte ha existido, está ahí y perdurará para el bien de todos por siempre.

Izar como bandera blanca la idea de que siempre tendremos la palabra, no es un consuelo ¿Hablar de qué?

9 Comments

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s