
Ray Bradbury fue un escritor estadounidense (Illinois 1920-California 2012), quien, ante la imposibilidad de costearse una formación universitaria, se forjó una carrera en el mundo de las letras de forma autodidacta. Repartía periódicos a la par que visitaba la biblioteca pública y fue entonces cuando empezó a escribir sus primeros cuentos, publicados en revistas en 1940. Su obra se enmarca en el género fantástico, terror y ciencia ficción. Trabajó, además, como guionista en películas y series de televisión.
Es suya la frase que encabeza esta entrada, que aunque en una primera lectura pareciera un consejo para lograr una producción literaria constante y suficiente material para publicar, en realidad va mucho más allá, es una especie de reto donde propone al escritor que se libere del temor a equivocarse.
Se ha escrito mucho sobre las necesidades del escritor. Se dice que para escribir el autor requiere un lugar especial donde goce de intimidad, con buena iluminación, una silla ergonómica, silencio y una rutina definida, un programa diario de escritura -en la medida de lo posible- al cual ceñirse. Sin embargo, se pasa por alto algo tan importante como las condiciones anteriores, o quizás aún más necesario: el escritor tiene la necesidad de equivocarse o, más bien, de tomarse la licencia para hacerlo.
Si alguien escribe 52 historias en un año, al final de este tiempo debería contar con un repertorio lo bastante amplio como para publicar una recopilación de esos relatos. Quizás no todos tengan la calidad necesaria para ser presentados al lector, de hecho, es bastante posible que así sea, pero el ejercicio habrá servido a varios propósitos, tales como: moldear el escritor, darle disciplina, enseñarlo a enfrentar la hoja en blanco, dotarlo de la tenacidad necesaria para lograr desarrollar sus ideas en relatos más allá de su valor artístico y le habrán permitido sacar de su sistema las ristras de historias a medias que le rondan la imaginación día tras día. Es decir, le habrán enseñado el valor de sus errores, la gran enseñanza que puede extraer de ellos y la constancia.
Por otra parte, la escritura es un oficio que se aprende haciendo, con la práctica, el ensayo y el error y es mucho el músculo literario que se puede desarrollar siguiendo el reto del autor de «Fahrenheit 451» https://www.nytimes.com/es/2018/05/14/espanol/cultura/fahrenheit-451-hbo-ray-bradbury.html

¡Me encanta la frase! Y como la has aprovechado para seguir tu relato. ❤👌🏻 Te deseo un feliz día Irene.
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…es que me he apoyado en mi experiencia personal. Me equivoco mucho, corrijo mucho y quiero pensar que eso tiene valor.
Feliz y bendecida semana para ti, Filipa querida, mi lectora fiel y consecuente.
Mi abrazo a la distancia.
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Un post genial. Muy útil, al menos para mí. Hice un taller de escritura con el escritor Sergio del Molino y utilizaba esa frase que tú señalas: escribir todos los días es una forma de «hacer músculo». Me la tengo que aplicar yo con más frecuencia.
Por cierto la película “Fahrenheit 451” me parece un gran película.
Salud.
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Gracias por leer y comentar. Celebro que te resulte útil. Saludos 🙋♀️
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Hay mucha verdad detrás de esa frase, la constancia genera ingenio.
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Y el valor de equivocarse, la osadía de atreverse a intentar algo nuevo genera arte…o disparates, pero bien vale la pena. Además, es divertido 🙂🙃😉🙋♀️
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Me ha gustado mucho tu relato,he aprendido cosas positivas para abrir mas mis sencillas letras.
Desde España te mando mi cariño de corazon !!
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Celebro que te haya gustado, Laura. Un abrazo.
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