Esos momentos cuando la tristeza nos alcanza y terminamos sumidos en una profunda depresión. Nos pesan los brazos, no nos provoca hacer nada, no somos nosotros mismos y no le encontramos sentido a la vida, mucho menos motivación.
Es entonces cuando una canción, un aroma o un sonido nos transportan a momentos agradables bien guardados en nuestra memoria, que parecieran estar esperando que los necesitemos para acudir en nuestro auxilio.
Para el sargento Alejandro Guerrero, quien acababa de perder el trabajo, la casa y la salud, todo a la vez, el recuerdo sanador fue la risa de un niño, en mi opinión, el sonido más bello del mundo:

Genial, sabia reflexión. Abrazo.
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¡Gracias! Eres muy amable ❤
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¡ Muchas gracias!
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Ay Irene, tus palabras me han llegado al ❤.
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Es que las poetas tienen un ❤ muy sensible, para poder llegar al nuestro.
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Nada hay pequeño, tan solo tesoros ignorados por ser briznas en el bosque.
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Pero tesoros al fin ❤
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